El sabado pasado murió mi suegro enfermo de Alzheimer.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que afecta principalmente a las conductas cognitivas, conductuales y motoras, o sea, a todo. Decía un chiste, que el Alzheimer es una alemán que esconde las cosas, y es cierto, llega a esconder las cosas sorprendentes. Antonio, mi suegro, llegó a dejar de fumar porque se le olvidaba que fumaba.

Pero, afortunadamente, ya es una enfermedad que parece ver una luz al final del pasillo. La investigación genética sobre celulas madre terminará, innevitablemente, encontrando remedio a este enfermedad que afecta, solo en España, a 800.000 personas (solo PSOE, PP e IU han sido votados por mayor número de gente). Y todo eso a pesar de los reaccionarios de turno, de los movimientos católicos y la iglesia.
Por que si algo tiene el progreso, y concretamente el científico-médico, es que es un vehículo sin marcha atras. Hay logros casi imposibles de hacer retroceder, y digo casi.

A veces dá la sensación de que la historia se repite.

Los Aliados y el Eje del Mal.
Tendremos que volver preñados a Londres de incognito.
Ver a los trabajadores los astilleros de IZAR de nuevo guerrear en las calles. Astilleros en los que trabajó Antonio toda su vida, y que le destinaron a trabajar durante dos años a Alemania, de donde era el del chiste. Por que entonces, como ahora, defender el derecho a un trabajo digno era simplemente la aspiración de miles de personas.

A veces tengo la sensación que todos sufrimos un poco de Alzheimer.