el aula

Todo el mundo sabe que, tradicionalmente, en la educación de los hijos e hijas las madres se interesan mucho más que los padres. De igual modo, la proporción de maestras es mucho mayor que la de maestros (prefiero decir alumnero, como dice mi amigo AGH) en este gremio. Sin embargo, seguro que hay más directores que directoras de centro (¿Será porque los nombra a dedo la Consejería de Educación pepera murciana?).
Por otro lado, dentro del gremio educativo al que pertenezco aún no me he encontrado en mi deambular de interino -sin plaza fija- de centro en centro con un alumnero que, como a mi, le guste que los padres y madres vengan a preguntar por la marcha de sus hijos e hijas. Cuando esto último me sucede, saco mi libreta en la que observo sistemáticamente los progresos del alumno o alumna en cuestión en las áreas del currículo, y les informo de cuáles son los puntos débiles y fuertes de su retoño… y allá se las compongan ellas -las madres, más que los padres- lo mejor que sepan, puedan o quieran. La mayoría de ellas tienen una actitud muy positiva y te agradecen en el fondo que te preocupes por su niño o por su niña. ¡Para eso me pagan!. Por eso no me fío de los maestros y de las maestras que por norma no quieren que las madres se involucren en la enseñanza, a todos los niveles. No me fío. Pero esa norma forma parte del pensamiento único del gremio. ¡Que ustedes lo sepan!