A contracorriente

¡Qué bonito es ir contracorriente!
Si todos fuéramos a favor, la monotonía nos ahogaría como a peces fuera del agua. Pero, en cuanto que vemos a alguien que se opone al caudal principal simpatizamos con él. O con ella.
Estaremos de acuerdo en que hay muchas maneras de ir contracorriente.
Podemos decir que ir contracorriente es algo bueno si no perjudica a la mayoría de los que se dejan arrastrar. Porque, todo hay que decirlo, quien se opone a la corriente mayoritaria se suele electrocutar. Pongamos como ejemplo paradigmático a todos los revolucionarios que han luchado y luchan contra lo que consideran una injusticia: Aun a riesgo de llevarse p’alante en su lucha a más de un inocente buscan el bien común.
Hay también ocasiones en que una persona se opone a la mayoría y consigue que ocurra una auténtica catástrofe. Muchos tiranos pertenecen a este grupo de “iluminados”. Algunos conductores “suicidas” también. Conviene no confundir a aquellos con estos.
Dice el refrán que “camarón que se duerme, la corriente se lo lleva”, y no le falta razón (aunque no sé si los camarones duermen, ni dónde ni cómo). Y no le falta razón, digo, porque vivimos en un mundo de camarones dormidos, que se dejan, nos dejamos, mecer por la corriente, sin importarnos adónde nos lleva.
Yo no soy un revolucionario, sin duda, y soy de aquellas personas que no nos gusta dejarnos arrastrar por la corriente y hacemos denodados esfuerzos… por mantenernos en nuestro sitio.