El asunto de lo que es, o no, prioritario en política está, sin duda, en el grupo de los temas que más me obsesionan. Tiene que ver con la eficacia y la eficiencia en el manejo de los esfuerzos, de las energías que destinamos a mejorar donde vivimos. ¿Qué es más importante, urgente o prioritario, luchar por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres o por la paz en Palestina; por conseguir listas electorales abiertas o por la conservación de los mares; por que las cuentas de los partidos políticos sean transparentes o por la abolición del hambre en el mundo? etc, etc.
De entrada diremos: “no se puede comparar, todo es importante”. Claro, muy bien. Pero ese no es el asunto. El asunto es que aceptar que todo es importante nos lleva a un callejón sin salida. El de la inactividad.
La mente humana funciona así: si no somos capaces de establecer pasos, un orden de prioridades, en la consecución de unos objetivos, nos bloqueamos. Parece lógico.
Imaginemos que por la mañana al levantarnos pensáramos todo lo que tenemos que hacer durante el día: levantarnos, asearnos, vestirnos, desayunar, etc… Pero imaginemos que no supiéramos cuál es el orden de prioridades. Nos quedaríamos en “el sobre”.
En política es igual. El problema es que nadie nos ha dicho, porque quizá nadie lo sepa, cuál es el orden de prioridades. Miento. Estoy convencido de que muchos poderosos saben que en el orden de prioridades para que las cosas sigan como están, sobresale la necesidad de que el personal no participe en política, y deje la política en manos de los políticos.
Por eso tengo claro, desde hace tiempo, que en los primeros puestos de la lista de prioridades está la participación en política, y por consiguiente, la lucha por las listas abiertas y desbloqueadas.
Listas abiertas significa que cada elector puede votar individualmente a los candidatos que desee, de una o de varias listas. Listas desbloqueadas quiere decir que cada elector puede elegir el orden en la elección dentro de una lista (como sucede en las elecciones al Senado).
¿Qué podría suceder que se produjeran resultados insólitos, como por ejemplo que nos cargaramos las cuotas de género? Pues bueno, así se aprende.