Mi amigo Alargaor, ha tenido la amabilidad de enlazarnos un texto muy interesante de Derrick Jensen llamado “Olvidémonos de las duchas cortas” (en inglés: Forget Shorter Showers). Yo le iba a contestar en su página web, pero me he puesto a escribir y me ha quedado un poco largo el comentario… Así que lo dejo aquí como apunte.

Estoy muy de acuerdo con “la música” de lo escrito por dice Derrick Jensen, pero hay partes de “la letra” que no entiendo o no comparto.

No es verdad que “Vivir de forma simple como un acto político, consista solamente en reducir el daño, ignorando que los seres humanos pueden ayudar a la Tierra tanto como pueden dañarla.” (párrafo 6º). Vivir de forma simple puede ser para mucha gente un reto, un paso a dar para convencerse de que hay margen de lucha antisistema. Se puede vivir de forma simple sin tener forzosamente que ignorar nada. O ¿qué pasa, que hay que vivir de forma compleja (¿?) para no ignorar que los seres humanos pueden ayudar a la Tierra? Es importante ser capaces de graduar y aceptar la gradación que las personas hacemos de diferentes niveles y etapas en la toma de conciencia del compromiso político y en su articulación real, cotidiana; no hay más remedio.

Tampoco comprendo el párrafo 9º en su totalidad:
El cuarto problema es que el punto final de la lógica que subyace bajo las formas de vida sencillas, entendidas como un acto político, es suicida. Si cada acto en una economía industrial es destructivo; si deseamos frenar esa destrucción y si no tenemos voluntad o somos incapaces de preguntarnos (y mucho menos de destruir) las infraestructuras intelectuales, morales, económicas o físicas que hacen que cada acto de la economía industrial sea destructivo, entonces se puede llegar a creer que causaremos la menor destrucción posible si morimos.

No todos los actos de la economía industrial son destructivos. Claro que para construir una carretera, un hospital o una fábrica hay que destruir algo previamente. Claro que el sistema en su conjunto, como suma de elementos, está destruyendo la Tierra a pasos acelerados, pero habrá que delimitar lo que hay que destruir y lo que no. No todas las infraestructuras intelectuales, morales económicas o físicas del sistema en el que vivimos hay que dinamitarlas. Claro que podemos llegar a pensar que causaremos la menor destrucción del planeta quitándonos de en medio; pero también podemos quitarnos de en medio jodiendo a los que se quedan. No tiremos al niño junto con el agua sucia.

Aunque yo quiera entender el sentido que puede que él le quiera dar entender (que ya es mucho suponer), no comparto la visión parcial que él le da a las soluciones, salidas o actuaciones individuales. Su visión es claramente negativa, la mía no.
Si un individuo puede pegarse una ducha de hora y media diaria, porque no influye en la suma de agua gasta a diario en el planeta, ¿por qué una empresa lo va a hacer? ¡que empiecen los demás! podrían muy bien decir.
Por supuesto que es mejor trabajar colectivamente, en la inmensa mayoría de las ocasiones. Pero eso no tiene nada que ver con que haya personas que encuentren necesario cierto compromiso individual. No tienen por qué oponerse, pueden convivir perfectamente acciones antisistema de diferente calado.

Si aceptamos que el sistema ESTÁ tan bien engranado que solo destruyendo podemos lograr ciertos avances, estaremos aceptando que la mejor manera de actuar contra el sistema es “a la japonesa”, con el “cuanto peor mejor”, para que tras la crisis inevitable, haya un nuevo día que haga que el fénix renazca de sus cenizas y el mundo comience a ser equilibrado, sostenible y maravilloso (exagero, para que quede claro por dónde voy).

Si, por el contrario, aceptamos que el sistema NO ESTÁ tan bien engranado, y que avanza y retrocede, sin estar escrito el futuro del mismo en ningún sitio, entonces debemos aceptar que cualquier acción que se plantee con el honesto propósito de no contribuir al deterioro del sistema será siempre bien venida.

Derrick parece olvidar el primer paso necesario (¡por no decir el mejor o único posible!) para que se produzca un cambio político del sentido de las actuales políticas energéticas: la concienciación del personal. Existen aspectos psicológicos muy importantes que están detrás de comportamientos que pueden considerarse poco radicales, pero que ocultan una voluntad clara de compromiso con el cambio de sistema. Por eso, una acción como ahorrar agua puede no tener incidencia energética directa, pero sí -y mucha- desde el punto de vista moral y ético. Como decían algunas feministas hace unos años: lo personal es político. Vale, no nos rasguemos las vestiduras cuando llenemos la bañera de agua (yo el primero), pero tampoco nos pasemos de listos: todo el mundo no puede tener acceso a jacuzzi.

Si desdeñamos los esfuerzos individuales, estamos negando la capacidad de cambio que todas las personas tenemos, independientemente del sentido de ese cambio. Cualquier activista, cualquier persona implicada en el cambio del sistema en el que nos encontramos, sabe, o debería saber, que nada garantiza el cambio y su consolidación futura, para no volver a las andadas, si ese cambio no queda grabado de alguna manera en el imaginario colectivo, en su cultura.
El esfuerzo intelectual, de vanguardia, que es el que parece reivindicar Derrick es importante, sin lugar a dudas. Pero por sí sola la vanguardia sirve de poco.
Si creemos que solo la estructura (la economía, el mercado) condiciona el sistema, estamos negando la posibilidad real de cambio. Y eso sí es suicida.