Ciento diez, no, pero el otro día intentaron cobrarme 90 euros por la sustitución de las pastillas de freno de mi coche (bueno del de Mercedes), cuando ya habíamos acordado el precio de la reparación en 50 euros (por cierto, que el coche está a la venta por 1.000 leuros). Me jode que pasen estas cosas.
A la hora de pagar me atiende uno de los hijos y me dice que 90. Cómo que 90, si me dijo tu padre que eran 50. Y la mano de obra. No, la mano de obra estaba incluida que ya lo dejamos claro. Ah, no sé, aclárate con él. Dónde está. Ahora viene.
Al rato aparece. Hola, oye que dice tu hijo que son 90. Sí. Pero tú y yo habíamos quedado… Bueno, pues dame 50, que hoy contigo pierdo dinero. No, yo te pago lo que me digas, pero así no ganas un cliente. Es que la mano de obra (y tal y tal)… No me vengas con esas que tú sabes perfectamente lo que se tarda en cambiar unas pastillas de freno y ya lo habíamos dejado claro, si me dices 60 o 70 vale, pero 90… Dame 50. Toma.
La factura ¿La factura? (léase en tono agudo, ascendente, altamente incrédulo y chulesco: Juanmi lo clava). Ni se me ocurrió pedir la factura. ¿Eso qué es? Si le pago la factura me dejo los pelos.
Bueno, pues ya tengo el coche reparado (dispuesto a la venta, ejem) y ya puedo ponerlo a 110 en la autovía. Que en realidad son 124 km/h, porque a los 111 nadie te para, y a los 120 tampoco.
Y vaya una que se ha montado. Pareciera que todo el mundo conduce a diario bólidos a 150 km/h.
Que sí, que van a aumentar la recaudación por multas. Seguro. Pero en la misma proporción que se va a reducir el número de accidentes.
Dicen unos amigos que no se va ahorrar gasolina, porque la diferencia se la han gastado en los parches de señalización. Es posible. Pero de lo que nadie habla es de lo que a mi me resulta más llamativo: el efecto psicológico que tiene imponer una norma que nos afecta a todos los españoles y españolas que conducimos, que no somos pocos.
Este efecto consiste en meterse en nuestra mollera y hacer que sintamos de cerca el peso del gobierno. A mi particularmente no me afecta en gran medida el tener que levantar el pie del acelerador unos milímetros ni salir de casa unos minutos antes. Pero observo que son legión los que se han rebelado contra esta medida. Se ve que no hay muchas otras razones para rebelarse. Como lo antinuclear ya no está de moda…