Ayer hicimos una escapada breve a la sierra de la Muela (Cartagena, Murcia). Apenas subir comernos un bocadillo mirando al mar y de nuevo para abajo antes de atardecer. Y lo que iba a ser una simple excursión a tomar el sol se acabó convirtiendo en una especie de brigada de limpieza anti-domingueros.

Ya había visto antes estas marcas: Tapones de plástico de colores clavados con púas sobre los árboles y en algún caso mostrando textos (“Ruta 24” apuntaba el primero de ellos).
El problema no son las marcas en sí mismas (que también), no se trata de salir al monte como un monje budista apartando las hormigas para no pisarlas. El problema es la falta de respeto al destrozar el espacio público, la falta de tacto y de inteligencia para hacer las marcas y evitar contaminar el paisaje, la improvisación y falta de organización para evitar marcas duplicadas en el mismo árbol, lo innecesario y gratuito del 99% de las marcas que se encontraban a la orilla de un camino de 5 metros de ancho sin desvíos, sin rutas alternativas, perfectamente conocido y en definitiva el poco interés puesto en evitar contaminar la vegetación y el paisaje en la que (se supone) se está disfrutando.

Un olivoUn olivo

En otras ocasiones he pasado de largo ó me he entretenido lo justo en arrancar alguna marca de algún pobre arbolillo desangrando como consecuencia de la púa de acero, pero ayer acabamos dedicando la excursión a eliminar una a una y en conciencia el rastro que dejaron algunos de estos individuos asociales que más que practicar deporte en la naturaleza parecen más interesados en hacerse notar y dejar constancia de su presencia sobre la naturaleza.
Les hice algunas fotos a modo de testimonio y/o de declaración de intenciones.

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