Ayer vimos enterita la inauguración de los juegos Olímpicos (que mal con llamarlo Olimpiada) y hacía tiempo que no me resultaban tan chirricantes, cutres y burdos los comentaristas del evento.

No,no hablo ya de tratar de mantener un poco la objetividad y una torpe imparcialidad al recibir a la representación de España y a la del resto del mundo. No, en general parece que el personal ve normal e incluso deseable que los narradores comenten la ropa de Sudáfrica con un mal disimulado desinterés y a continuación se desgañiten y pierdan cualquier sentido del ridículo para poco menos que pedir on-live un hijo a Gasol. No, ese estilo parece que no cotiza desde hace muchos años (si es que alguna vez lo hizo).
Lo que de verdad me chirrió por una sorprendentemente ausencia de clase por parte de María Escario and company (no recuerdo a los otros dos que la acompaban, suerte que tienen) fué que se pasaran absolutamente todo el desfile de equipos olímpicos contando las medallas que tenían, las que no tenía, las que podían tener.

Sra. Escario and co., los juegos Olímpicos son probablemente el evento espiritual no-religioso más importante de la cultura moderna y la inaguruación de los juegos es la apoteosis de esta glorificación de las humanidades, de la hermandad entre los pueblos, la igualdad entre etnias, razas y sexos, de los deseos de paz y justicia en los paises, la exaltación del esfuerzo, del conocimiento y la superación personal, un elogio al trabajo en equipo a la condordia y la fraternidad ¿y ante semejante orgía de buenas intenciones ustedes se lo pasan contando las medallas de este equipo, señalando con el dedo aquel otro porque no todavía no tiene medallas, comentando en que modalidad consiguen mas ó menos medallas, comparando las medallas que les llevamos de ventaja?
Sra. Escario and co., no estuvieron ni remotamente a la altura de los acontecimientos que les pasaban por delante, cada vez que el espiritu olímpico nos invadia y amenazaba con elevarnos varios centímetros por encima del sofá, llegaban ustedes con sus comentarios y nos bajaban de nuevo a la realidad mariana de una hostia en nuestra fraternidad más sensible.

Si el desfile de equipos olímpicos hubiese sido un programa de alta gastronomía ustedes se lo habrían pasado preguntando ¿y esto cuanto vale?