Los molinos de viento de la financiación irregular del Partido Popular (y del PSOE, y de CiU, y etcetc) se están transformando en gigantes, en forma de fraude fiscal, que puede llevar ante la justicia a numerosos cargos públicos peperos.

¿Qué sucedería si Mariano Rajoy se subiera a su Rocinante particular y emprendiera una lucha en solitario? Pues sencillamente que el PP acabaría con la columna vertebral partida en dos, tendrían que convocar elecciones, y el partido desaparecería a las primeras, o a las segundas, de cambio.

Mariano Rajoy no quiere una ley de transparencia en la financiación de los partidos políticos. Tampoco la quiso ZP. Aunque con esto consiguiera hacer un gran servicio a España y nuestra idiosincrasia choricera. Esto acarrearía llevar a la tumba al PP, y España se puede ir a la mierda (ya invertiremos en nuestra “marca España”, pensarán), pero el PP debe resistir.

El modus operandi ya nos lo conocemos.
Primero, negarán la mayor. Dirán que todo es falso.
Segundo, dirán que esos papeles solo reflejan el dinero que Bárcenas movía, y que solo a él concierne justificar dónde ha ido a parar.
Tercero, echarán mano de cuanta leña puedan quemar en su hoguera particular de las vanidades, para que el humo esconda lo que ya es una verdad a voces: la llegada al poder deja un reguero clientelar de sobres y dinero negro difícil de ocultar, que forma parte inseparable de nuestro sistema, y afecta a todas las esferas y jerarquías del estado.
Cuarto, se enrocarán en “lo más sagrado” la figura del rey y la patria (Urdangarín se lo va a poner fácil).
Quinto y último, callarán, confiando en que no haya pruebas.

Sí, es posible que evite el fin temprano del PP, a menos que algún juez con información adecuada les enmende la plana. Pero en el peor de los casos, para M. Rajoy y sus secuaces, y suponiendo que no haya suficientes pruebas para imputarlos penalmente, el daño político está hecho. La herida está sangrando, y esto, antes o después pasará factura. Más de una factura, y ninguna de ellas en B.

La primera factura, en la imagen de Rajoy y cia, porque un político señalado por corrupto no tiene credibilidad. Tanto si se reúne con sus iguales europeos, como si mantiene encuentros con sus afiliados, la sombra de la mentira estará presente. Y un político mentiroso no es una buena compañía para nadie: aunque su enfermedad no sea contagiosa, le darán de lado y se reirán a sus espaldas.

Pero, además, el daño a la organización y por ende a la militancia tampoco tiene cura. El partido (los partidos políticos), dividido siempre en corruptos y mirones ha quedado al descubierto. Y la batalla está servida. Mientras unos se lo llevaban crudo, otros miraban para otro lado, y todos callaban, porque así son las cosas y los trapos se lavan en casa. Pero ahora, con el culo al aire, los mirones no van a querer pasar por corruptos. Son estos los que acabarán por exigir responsabilidades o por dejar el partido.

El daño está hecho, es cuestión de tiempo. No hay sitio para corruptos y para mirones dentro del PP. Deberían dejar el carnet ya, la verdad.