domingo, 18 de septiembre de 2016

Dejé de seguir a las Ginetas cuando la hembra ya muy preñada cambió de territorio por Mayo/Junio para parir, y lo largo de todo el verano las he ido fotografiando en diversas ubicaciones, algunas realmente lejanas (no deja de sorprenderme las larguísimas caminatas que se pegan, y lo que es más sorprendente, de forma cotidiana).
A primeros de mes me tratando de localizar a las Garduñas de las que sí no que sabía nada hacía más de un año, descubrí que estaban compartiendo ambas, garduña y gineta, un pequeño bosquecillo de pinos. Que ambas especies compartan espacio es habitual (por desgracia para la garduña que suele tener las de perder), lo que si que me llamó la atención fue el aspecto famélico del macho de gineta (el verano hace estragos).
Estos últimos días me he podido acercar a filmarlas y afortunadamente parece que mi primera impresión fue errónea o pasajera, como se puede ver en el vídeo luce un aspecto normal y saludable, un ayuno pasajero y un verano duro.

Este otro vídeo no tiene tanta calidad. Sorprendí a la gineta encaramada a un pino y aunque la linterna no daba más de sí se aprecia una particularidad exclusiva de las ginetas: además de hacer aparentemente fácil la escalada por las ramas secas de un gran pino carrasco, observad hacia el final del vídeo, cuando el animal vuelve al suelo, como baja el tronco cabeza abajo. Es el único mamífero de la península, con permiso de ardillas y ratones, capaz de bajar de esta manera de un árbol y sin usar las ramas, casi rotando 180 grados las patas traseras para dejarlas atrás para soportar el cuerpo colgando.
(me gusta especialmente el último saltito hacia el suelo, que está a unos 3 metros todavía)

jueves, 15 de septiembre de 2016

El único punto de agua en varios kilómetros a la redonda es este bebedero instalado por los cazadores para las perdices. El tubo gris de atrás les provee de grano. El dispensador de cemento les ofrece un charquillo de agua. Todo acorazado y enrejado para defenderlo de los jabalíes. Un poco más atrás todavía entre los arbustos está el puesto de caza, donde el cazador ha puesto una silla a unos 6-7 metros, para no errar el tiro.
Decía Miguel Delibes que a los cazadores les gusta mucho el contacto con la naturaleza, rastrear a los animales en el campo, buscar sus sendas y áreas de preferencia, sus fuentes de alimentos y sus horarios, y llegado el momento seleccionar la pieza y respetar al resto de la manada. Nunca he conocido a ninguno de estos, se ve que por esta zona son más de leer a Pocholo.

Si dais volumen a los altavoces se oye el constante cacareo de comunicación de la hembra con los polluelos mientras beben.

sábado, 10 de septiembre de 2016

A la hora de identificar aves sus cantos son en muchos casos no ya fundamentales sino incluso la única manera. Hay especies que por su comportamiento son difíciles de ver pero fáciles de escuchar e incluso algunas son más fáciles de identificar por su voz que por su aspecto.

Aprenderse algunas voces comunes es fundamental y ver el espectograma de los cantos, es decir, una representación gráfica de una pista de sonido nos puede ayudar a percibir matices y tonos de forma mucho más evidente.

SOX es una aplicación de consola para GNU/Linux que permite (entre otras muchas cosas) extraer el espectrograma de una pista de audio de forma muy rápida y cómodasox pista.wav -n spectrogram -x 600 -y 400 -m -o spectrogram.png

He pasado a vídeo algunos cantos de aves habituales junto con su espectrograma. Seguro que la próxima vez que los oigáis los veréis de otra manera.

El Chochín (Troglodytes troglodytes) es una minúscula ave de bosque de resulta infinitamente más fácil de escuchar que de ver

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martes, 6 de septiembre de 2016

Un par de casas más abajo en la acera de donde vivo actualmente hay un chalet, hoy cerrado y vacío. Ya hace cuatro o cinco años que murieron los vecinos, primero él y luego ella (en poco más de un mes perdió la cabeza).

Cuando eramos críos, con 10-11 años recuerdo jugar en la obra de construcción de su casa-chalet. Recuerdo concretamente pasarnos un fin de semana saltando desde el primer piso hasta un montón de arena que los albañiles habían dejado perfectamente amontonado y centrado en el jardín.
Era habitual, por las tardes colarnos y pasarnos horas olisqueando con al emoción de andar ilegalmente por una casa que no era nuestra, lo que algún día sería la cocina, el baño, la terraza…luego tomábamos impulso corriendo y saltábamos desde el primer piso (todavía no tenía paredes) hasta el montón de arena del jardín… y otra vez para arriba, y otra vez a saltar… un auténtico subidón de adrenalina esos 2-3 metros.

La sorpresa vino el lunes. Supongo que sería verano porque recuerdo ver a los albañiles llegar por la mañana al montón ahora bastante más esparcido por el suelo y con los legones excavar para sacar de entre la arena un puñado de clavillas de acero, de esas de color negro con estrías que se usan para los encofrados. Para que no se las robásemos las habían escondido entre la arena. Y vaya, les funcionó, allí seguían.
Recuerdo que ya entonces con 10 u 11 años nos asustamos. Nos miramos y vimos la tremenda hostia que nos podíamos haber dado cayendo sobre uno de esos hierros, de la que nos habíamos escapado. Lo revivo años después y todavía me dan escalofríos de pensarlo. En la vida se me ocurriría ahora saltar hoy a un montón de arena sin haberlo examinado varias veces a conciencia.

Hoy cumplo 49 años (sí, casi ná) y creo que ese montón de arena es una buena metáfora de lo que es “hacerse viejo“.

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