sábado, 10 de diciembre de 2016

Recojo dos afirmaciones del último apunte de Santiago Alba Rico (Vistalegre II: ¿Renacimiento o suicidio?) que me sirven para guiar y profundizar en la idea de “el debate que queremos”
Dice Santiago:
“Vistalegre II debería pensarse a partir del éxito relativo de Podemos, no de su relativo fracaso, para liberar ahora la organización de todos los viejos lastres ‘prequincemayistas’ y profundizar las fórmulas que nos han dejado a medio camino. “
Y también:
“O se llega a Vistalegre II en condiciones que garanticen que los debates son reales y realmente deciden o se convertirá en un suicida ajuste de cuentas, quizás no tan bochornoso como el del PSOE pero igualmente autodestructivo. Para evitar eso es imprescindible que documentos y candidaturas se voten por separado, a partir del presupuesto de que nadie pone en cuestión el liderazgo de Pablo Iglesias, pero muchos sí -legítima y lealmente- algunas de sus apuestas políticas.”

Reivindica Santiago profundizar en las fórmulas del 15-M y separar documentos y liderazgos.

El eslogan que fue el preludio de los 71 diputados/as de UP decía que los políticos deben ser carteros de la ciudadanía, y no mayordomos de las élites.

Y es también de esto, no de otra cosa, de lo que hablamos, de las reglas del juego: de elegir primero el mejor mensaje y luego quiénes serán las mejores personas en defenderlo. Nadie dice que no haya que votar a personas vinculadas a proyectos, ¡¡porque eso es imposible!!. De lo que estamos hablando es de que el modo de plantear la construcción de un proyecto, define el proyecto. ¿Puede haber consenso en la construcción de los documentos, políticos, organizativos, etc? Sí. Puede y debe. Entonces utilicemos las herramientas que lo favorezcan, como separar en el tiempo el debate sobre documentos y caras.

Y ¿por qué? Pues por varias razones. Sigue leyendo…

sábado, 10 de diciembre de 2016

No miento si digo que tres cosas que me apasionan, o que me gustan, o que han marcado, y lo siguen haciendo, en gran medida mi vida, han sido el fútbol, la música y la política. Y las tres tienen muchas más cosas en común de lo que en principio pudiera parecer.

Durante mi primera juventud fui fan declarado, y émulo aficionado, de numerosos grupos de rock, y de algún que otro equipo de fútbol. De igual modo, también milité en diferentes colectivos políticos.

Si algo he descubierto de las vivencias que estas aficiones me han dado es que adscribirse a una ideología determinada, declarse fan de una banda de música, o forofo de un equipo de fútbol carece hoy de sentido para mí.

Eso no me impide disfrutar de una gran canción, ni emocionarme con un fantástico partido de fútbol, ni reivindicar con mi firma un manifiesto que considero urgente y necesario. Creo, por el contrario, que, muchas veces, vernos libres de ataduras gremiales nos permite gozar plenamente de nuestros aciertos, y enriquecernos de nuestros errores.

Cuando Podemos irrumpe en los parlamentos autonómicos, en los ayuntamientos, en el Congreso y el Senado, los principales medios de comunicación destacan que la ciudadanía plebeya ha llegado a las instituciones. Y a algunos de los que vivían en la poltrona les molesta su/nuestra falta de etiqueta. Y es que es muy cierto que son muchas etiquetas las que Podemos ha roto. Con sus pedazos contruiremos otras, pero no serán iguales. Serán distintas y mejores.

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