transfusión

España aparece en las estadísticas como el país donde se dan más donaciones de órganos y de sangre. Si tenemos en cuenta que las estadísticas también muestran a las ciudadanas y ciudadanos de Murcia como los que más donaciones autorizan, podemos decir que el pueblo murciano está entre los más generosos del planeta. Porque donar tu sangre y tus órganos (aunque estos ya no los necesites) es, sin lugar a dudas, un gesto de generosidad. Así lo veo yo, quizá porque soy murciano (aunque de Cartagena, todo sea dicho).
Lo digo porque no solo produce esta tierra Tomases Olivos, Juanes Antonios Rocas, Trillos, Zaplanas, Joaquines Navarros Vallses, etc… ¿Será un extraño juego cósmico para compensar tanto egoismo producido por estos elementos autóctonos?
Desde hace tiempo vengo dándole vueltas a la cabeza a lo de donar sangre (y no solo por la “razón cósmica” anterior). Si no fuera porque las agujas me dan auténtica grima y por el follón de desplazarme hasta el hospital ya sería donante. Máxime cuando yo -como mis padres y hermanos, todos- tenemos la sangre del “donante universal”, 0 negativo (la misma que hay quien dice tienen los vascos de pura cepa).
Ahora en verano es más necesaria que nunca esa sangre. Los calores hacen que la gente se refresque muchas veces con alcohol de más y, como el transporte público no lo es tanto, al coger el coche particular se lisian, y hace falta reponer con sangre sin alcohol la otra que ellos han derramado en el asfalto.
Mi amigo Miguel Piñeiro es donante de sangre desde hace bastante. Cada no-sé-cuántas semanas pide la mañana en el curro y se acerca al Rossell a donar su sangre. Su gesto de generosidad es doble porque él no tiene carnet de conducir -aunque lleva diciendo que se lo va a sacar ya-ni-me-acuerdo cuánto- por lo que no la va a necesitar por accidente de coche (la suya es una moto pequeña). Pero bueno, ahora que caigo él nació en Galicia.