Todas las personas hemos experimentado alguna vez esa extraña sensación de no saber bien qué hacemos aquí. Parece que en estas fechas en que nos incorporamos a las rutinas laborales nos solemos encontrar tristes, aburridos, melancólicos o deprimidos. No pasa nada. No es grave.
Lo grave es que el vacío no sea existencial sino de existencias. Y no tengamos qué echarnos a la boca. Estaremos de acuerdo en que no hay punto de comparación posible.
En las sociedades que llaman desarrolladas es más fácil caer en el vacío existencial que en el de las existencias. En las que no están tan desarrolladas, en gran parte por culpa nuestra, no creo que sea tan fácil encontrarse triste o deprimido si no es por otro tipo de razones, digamos más consustanciales, que yo suelo tratar en este blog bajo la categoría de recetas. Aunque puede parecer frívolo este comentario no lo es. La gastronomía es la parte de la cultura que todos los pueblos poseen que yo más respeto. Y que no os quepa duda de que igual que hay personas que resuelven sus problemas existenciales relacionándose con otras personas o rompiendo ciertas rutinas o, por resumir un poco, viviendo un poco mejor el momento, otras deciden llenar su vacío existencial con un buen plato de albóndigas con patatas.
La verdad es que no existen soluciones milagrosas a los problemas existenciales de las personas. Pero, digo yo, que mientras te curras las albóndigas e invitas a tus colegas, no tienes tiempo de acordarte de ese vacío tan incómodo.