Espero, sinceramente, que el ministerio de Justicia a través de su Fiscal General ponga en su sitio a las familias católicas que están objetando a la aún no nata asignatura de Educación para la Ciudadanía.
Que a nadie le extrañe que un defensor, como es servidor, de los principios profundamente democráticos que subyacen a toda ley de objeción de conciencia exija que esos padres y quienes les jalean desde el PP sean puestos en su sitio, conforme la ley establece.
Objetores insumisos veinteañeros, a la sazón, fuimos llevados a juicio, sentenciados y encarcelados por enfrentarnos al lado más antidemocrático y jerárquico del estado español. No obtuvimos solidaridad ni apoyo de los que hoy pretenden que la religión católica en la escuela conserve todos sus privilegios. Porque eso es lo que está en juego con la implantación de la asignatura: hasta ahora la asignatura de Religión en la escuela era la única que trataba de ética y de valores; los suyos, claro. La nuestra también era una lucha por la defensa de unos principios, opuestos a los que curiosamente la iglesia bendijo y santificó durante cuarenta años, encarnados en el ejército español. La nueva asignatura viene a hacerle sombra a los que durante muchos años estuvieron cara al sol que más calienta.
Estos padres pretenden seguir imponiendo su criterio dentro de la escuela pública. Deberían gastar su tiempo y su dinero en la privada, puesto que en España no abundan las escuelas laicas, y sí las católicas.
Al hilo de lo anterior, los que nos oponemos a que la asignatura de religión se imparta en las escuelas publicas deberíamos tomarnos en serio un aspecto de nuestro currículo al que nadie le presta atención: las horas de Estudio, alternativas a la Religión. Dice la ley que no pueden servir estas horas (una a la semana) para tratar contenidos que ya estén presentes en el currículo oficial.
No sé si alguna de las personas que leen esto se lo habrán preguntado: ¿qué pasa con los alumnos y alumnas que no cursan la “asignatura” de Religión? Eso mismo me pregunto yo en mi doble faceta de maestro y padre.
Como padre, me indigna pensar que mis hijos tengan que ser discriminados y se les haga salir de clase, ¡desde la educación infantil! separándolos del resto de compañeros en el momento que el maestro de religión entre en clase. Me descorazona pensar que el contenido de las lecciones de esa asignatura alternativa (llamada “Estudio“) esté al albur del profesor que le toque en suerte, y no haya unos contenidos y objetivos que puedan ser evaluables, así sea en el más triste de los sentidos.
Como maestro, que ha impartido e imparte esa asignatura alternativa, pido que todas las personas involucradas en la educación exijan una asignatura de Estudio, alternativo a la religión, con contenidos a la altura de lo que nuestros alumnos merecen y que la escuela tradicional, esa que defienden los de siempre, soslaya: introducción a la guitarra, malabares, manejo herramientas multimedia (Pc, impresoras, escaner), uso de procesadores de textos y otro software (Powerpoint, Paint…), juegos educativos, ajedrez, teatro, etc. De este modo podremos poner en evidencia el anacronismo que representa la religión en la escuela de hoy, tan necesitada de contenidos interesantes y de un uso inteligente del tiempo.