El taxista me ha metido por un montón de callejuelas que han desembocado en el inevitable y tan madrileño embotellamiento de tres pares de cojones. Y allí nos hemos quedado, en silencio los dos, escuchando cómo Zapatero echa abajo la nación que, con tanto sudor y tantas lágrimas, los señores de la Cope y sus antepasados pusieron en pie.

Y entonces, sin volverse, el taxista me ha dicho: “No me esperaba yo esto”.

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