Da risa que los mismos que no mueven un dedo por que la Constitución Española se cumpla en lo referente a la aconfesionalidad de las instituciones del estado se rasguen las vestiduras porque una niña, siendo más o menos obediente al padre, se ponga el “hiyab”.
La Constitución Española dice expresamente que ninguna institución pública debe manifestar predilección por ninguna religión (ja), y respeto a todas (jaja). Pero, ¿qué sucede?, que los políticos son los primeros en desobedecer la carta magna y firman y renuevan acuerdos con la Santa Sede católica.
Es cierto que desde el punto de vista del respeto a las tradiciones y a las costumbres extranjeras ciertas manifestaciones culturales deben ser respetadas. Pero ¿qué sucedería si el estado español fuera laico, como sucede en Francia? En un estado laico toda expresión religiosa está prohibida en sus centros e instituciones. Habría, pues, que dilucidar qué sentido tiene que una niña decida ponerse un velo para ir a clase. Y explicarle a ella y a su familia en qué consiste la laicidad. Pero, al final, no se debería permitir el “hiyab” por ser una manifestación religiosa, ya que los laicos queremos acabar con las religiones dentro del estado. Y es una ardua tarea.
Pero no es el caso español, está claro: pedir algo a una minoría (musulmana) lo que la mayoría (cristiana-católica) no estamos dispuestos a cumplir es un despropósito, una injusticia, y la expresión ridícula de un sentimiento religioso “de capilla”: con los míos, con razón o sin ella.
El respeto a las manifestaciones individuales y el deber de las instituciones del estado a mantenerse en la aconfesionalidad debería estar garantizado por los poderes públicos. Pero los términos se han invertido, y desde instituciones públicas no-aconfesionales-sí-católicas, se quiere impedir a los individuos que expresen su religiosidad. Me dan ganas de irme al cole con el “hiyab” puesto.