Ahora se destapa en Bélgica lo que antes se supo de España, Irlanda, Estados Unidos y ya no recuerdo más… las violaciones en la iglesia están generalizadas.
Que se sepan 475 casos de violación en Bélgica supone de hecho que hubo más. Porque todo el mundo sabe que del dicho al hecho hay un trecho. Y en estos casos las víctimas suelen no denunciar por el estigma social que ello representa y el mal trago psicológico de revivir hechos traumáticos. De hecho se sabe que al menos 13 de esas víctimas se han suicidado. El propio psiquiatra que ha elaborado el informe, Peter Adriaenssens ha afirmado que “la comisión, que ha investigado los abusos cometidos en Bélgica desde la década de 1960 hasta mediados de los ochenta, recibió al menos 475 denuncias por casos de pederastia.” Son pocas, no nos engañemos. Yo simplemente duplicaría la cifra para andar más o menos cercano a lo que tienen que haber sido los datos reales de violaciones de niños por curas católicos belgas. Lo que arroja una media de violación de niño cada una o dos semanas… a lo largo de 20 años (he hecho los cálculos).
La iniquidad con que delinquen los curas roza ya lo patológico. Y lo que me resulta más llamativo es que nuestras sociedades no tengan herramientas para perseguir estos hechos. Porque no las tienen. Mañana veremos al papa de Roma salir con cara compungida diciendo que hay que eliminar a las manzanas podridas del cesto y chimpún, a otra cosa. No dirá nada de el encubrimiento sistemático que la iglesia ha hecho, ¡y hace!, de sus curas, obispos y cardenales violadores.
El otro día me decía un compañero de profesión (o compañera, no recuerdo bien) que en el gremio de maestros y profesores también se dan casos. Y sí, es verdad. Pero a esto hay que objetar dos puntos:
1) Los centros educativos públicos no están preparados para “el pecado”, no tanto, al menos, como los centros religiosos. En los centros religiosos, a los niños se les educa en el pecado y la absolución. ¿Cómo un padre en sus cabales puede llevar a su hijo a un centro así? Se me podrá decir que hay centros sin tacha, con profesionales de la religión sin mácula. Sí. Pero estos son los que justifican a los otros. El problema es que el sistema de valores que impera en estos centros es perverso en sí mismo, desde el punto de vista intelectual y moral, pues enseña que los principios morales no pertenecen al individuo sino a dios y su doctrina, es decir, son externos a los seres humanos (mandados a construir or dios en tablas de piedra). Y la moral y el intelecto algunos creemos que son inseparables, so pena de graves trastornos psicológicos (para el individuo que los acepta) y sociológicos (para la sociedad que los acuna).
2) Pero es que en lo que hay que insistir es el encubrimiento sistemático que la jerarquía ha hecho de estos delitos. Empezando por los obispos y terminando en el papa. No es casual que este pasado mes de julio Benedicto haya destituido a una decena de obispos, implicados en abusos de diferente índole. Curioso que el que fuera colaborador de Wojtila durante 24 años, se dedique ahora a enmendarle la plana a muchos de sus propios correligionarios. ¡Cuánto queda por saber de la miseria del Vaticano (y de su riqueza)!