Mi Peterson, edición 1982

A los quince años prescribe un delito ¿no?
…vale … pues han pasado… más de (jueee) 25 años… pues sí, señores de la librería XXbajal de Cartagena, gracias por su involuntaria aportación a mi cultura naturalista.

A principios de los 80 (83,84,85) , Andrés y yo nos iniciabamos en el movimiento ecologista, en ACEDA, que más tarde se escindió en ANSE+GRANA de la cual emergió Ecologistas en Acción, movimientos ecologistas todos, pero que en sus inicios fueron (claro) netamente naturalistas, pajareros para más señas, ACEDA eran las siglas de la Asociación para la Cartagenera para el Estudio y Defensa de las Aves.

Conviene recordar (a alguno le sorprenderá, seguro) que entonces no existía internet, y sinembargo tampoco han cambiado mucho las cosas: al igual que ahora cuando la economía no dá para pagar el acceso a la cultura pues te la descargas, de la estantería. Y vaya si nos la descargabamos. A montones. Libros y más libros, guias, mapas, claves.

Entonces (al igual que ahora) la librería XXbajal tenía el mayor surtido de Guias de campo. Concretamente en su primera planta disponía de varios armarios a rebosar de guias de insectos, aves, mamíferos, árboles, plantas medicinales, mariposas, escarabajos, huevos, huellas, reptiles, serpientes, anfibios, rapaces, líquenes, etc, etc, etc, etc, (creo que Ed. Omega no llegó a editar ninguno de Amebas unicelulares la península ibérica, pero todo lo demás si que tenía). Erán libros pequeños, medio folio, tapa rígida, profundamente ilustrados y rematadamente caros. Asi es que nos pasabamos horas muertas allí. Empollando, memorizando y sobretodo aprendiendo. En más de una ocasión volviamos del monte directos a XXbajal, sin siquiera pasar por casa, a la primera planta, a consultar con ansias algún bicho raro, alguna planta, algún mapa, un liquen…

Un dia, no sé muy bien como ( supongo que porque nos trataban ya como parte de la decoración ) descubrimos lo facil que resultaba que “se nos cayese un libro en la mochila entre abierta“. Y así empezamos. Un día “La Peterson“, otro “la Brun“, “la de reptiles“, “la de huellas“, “la de huevos“,… Conseguimos las más emblemáticas y deseadas (con “la Peterson” a la cabeza) y después algunas ya casi desconocidas, sorprendentes, extrañas, raras… . Conseguimos para encargo e incluso llegamos a llevarnos “de compras a algún (hoy célebre) invitado“.
Hasta que llegó el gran dia, el día en que marcamos nuestro particular hito, el día que supuso el punto de inflexión entre puro coleccionismo científico y vicio delictivo-competitivo: De una tacada nos sacamos cerca de 30 libros (con especial atención a una guía de plantas rupícolas a la que teníamos muchas-muchas ganas).

Recuerdo perfectamente dejar la bolsa de deporte en el suelo, abierta, sacar de dentro el balón de baloncesto (hacer hueco) y al ir “a recoger” quedarme clavado, mirando a Andres con cara de:

ostias nene!! nos hemos pasado cuatro pueblos!!

casi no podía levantarla del suelo sin dar la nota. Fué impresionante. Nos las repartimos encima del capó de un coche y aquella fué la penultima vez.
Cuando volvimos, pasado un tiempo, habian puesto un gitano como un armario ropero: enorme, rígido y lleno de serrín. Conforme entrabamos por la tienda, los dependientes nos señalaban con el dedo y el gitano, al que nunca oimos hablar, se nos pegaba detrás, tan cerca que daba miedo hasta agacharse.

A los pocos dias, fruto ya completamente de una competición-por-ver-quien-es-más nos pillaron: ironias de la vida, con un librito ridículo, una guia de mariposas de apenas 30 páginas, de esas que regalan en situaciones especiales y que por no tener no gastaba ni etiqueta, solo un triste 100 pesetas escrito con un lapiz.
Nos pararon en la calle, en la puerta de la librería, en voz baja, y muy amablemente nos obligaron a confesar y nos dejaron ir con un lamentable “que os estamos vigilando!“, a lo que nosotros murmuramos: “bufff… ¿¿Ahora?? y si yo ya no quiero na tuyo….“.

Y se acabó nuestra temporada delictiva.

Después he vuelto, claro, creo que he comprado alguna guía, más por remordimiento que por necesidad, realmente, ya que con las 40-50 manuales que tengo desde entonces cubro casi todas las áreas de la biología imaginables y descubiertas por el ser humano. ¿sabes que el más famoso libro sobre enfermedades de las aves lo escribió un asesino llamado Robert Franklin, preso de la carcel de Alcatráz, que se especializó en la cria de canarios y sobre cuya historia se rodó la película “El hombre de Alcatráz” interpretada por Burt Lancaster y por la que estuvo nominado al oscar?

De todo aquello solo me quedó una espinita clavada desde el principio y que no fuí capaz de quitarme. Era un libro al que tenía (y tengo, sigo sin tenerlo) muchas ganas pero que por motivos obvios no pude conseguir: el Dioscórides de plantas medicinales de Pio Font Quer, poco menos que la biblia del botánico. Un libro clásico, muy famoso, muy bonito, muy caro y gigantesco, muy gigantesco. Demasiado gigantesco.