De todos es sabido que los sectores más reaccionarios de la Iglesia católica española apoyan al Partido Popular sin fisuras. De igual modo, los sindicatos mayoritarios reparten su voto entre IU y el PSOE. Este último ha conseguido, a costa de grandes dosis de neoliberalismo, disputarle al Partido Popular grandes bolsas de voto, de ciudadanos y ciudadanas que creen, gracias al trabajo ingente de los principales medios de difusión, pagados por empresas y holdings financieros, que la crisis se soluciona “apretándose el citurón”. En verdad lo que quieren decir, ya no caben dudas, es que la crisis de los mercados y su desmedida avaricia, la vamos a pagar -la estamos pagando- los asalariados.
Además de esa dependencia entre partidos políticos e instituciones del estado, que podíamos llamar sociólógica, tenemos la certeza de que tanto PP, PSOE como IU son partidos de implantación nacional con una estructura jerárquica vertical, que hace que el poder de los órganos de dirección sea en la mayoría de los casos, y salvando honrosas excepciones (en ciertas comunidades autónomas), los que deciden la línea política, el programa (lo que toca) y las listas electorales (a quién le toca). Las asambleas, en el mejor de los casos, eligen los platos ya precocinados por la “nomenklatura” de turno.
Tenemos otro dato a tener en cuenta para trazar los ejes que definen en gran medida la esencia del voto nacional: la ausencia de un partido verde estatal, con presencia en el Congreso de los Diputados. Un referente claro del ecologismo español de izquierdas. Eso es en lo que Equo puede y debe convertirse.
Tanto PP, PSOE como IU reivindican un tipo de democracia industrial, que enfatiza tanto el crecimiento de los ingresos como la seguridad económica pero sin prestar atención ni a la producción, ni a la preservación de bienes colectivos e intangibles.
1) IU reivindica su lado ecologista, pero más desde un punto de vista coyuntural (con pactos endebles con Los Verdes) y merced a la presión de ciertas corrientes de opinión internas, que por una creencia genuina en la necesidad de implementar políticas medioambientales (no hay más que ver el escaso número de candidatos “verdes” en sus listas).
2) IU reivindica políticas antimilitaristas de reducción del gasto militar, pero la influencia que el sindicato tiene en esta organización es tal, que difícilmente IU hará patente esa necesidad, siendo sus propios afiliados trabajadores de la industria naval o armamentista.
3) IU reivindica también acabar con la corrupción del poder finaciero, el nepotismo institucional en todos los niveles, y la burocracia onerosa en ayuntamientos, comunidades autónomas y diputaciones, pero no es capaz de poner a trabajar a su sindicato, a través de los diferentes comités de empresa en que está presente, en la tarea de acabar con subcontratas, cobro de horas-extra, etc.
Y es que de igual manera que no podemos separar poder financiero de PSOE-PP, no podemos separar poder sindical-IU. Se necesitan y se retroalimentan.
Así pues, Equo es un partido que se presenta con la capacidad de aglutinar el voto ecologista de izquierdas de una vez por todas. Pero al mismo tiempo no tiene ningún tipo de dependencia orgánica ni sociológica con ninguna institución del estado español. Si consigue despertar las esperanzas de gran parte de la amalgama de los indignados del 15-m entre los que me encuentro y del voto abstencionista, su presencia en el parlamento será una realidad, y un gran soplo de aire fresco.