Desde hace unos años conviven en las aulas de los colegios e institutos dos modos, o modelos, de entender la enseñanza-aprendizaje de lenguas extranjeras (hablamos de “enseñanza-aprendizaje” y no solo de “enseñanza” para recalcar el aspecto recíproco, retroalimentador y multipolar, del proceso educativo). Uno es el tradicional, de gramática-traducción. Este método tenía sentido hace 2.000 años, cuando se hacía necesario aprender un idioma extranjero para relacionarse “por escrito” con él. Las posibilidades reales de utilizar oralmente el idioma eran muy escasas, pues la distancia, los medios de comunicación y de transporte, además de los problemas políticos, impedían en gran medida el acercamiento “cara a cara” de personas de culturas e idiomas diferentes. Pero existía el comercio y el intercambio cultural del legado literario y de conocimientos científicos, que era necesario conocer y transmitir.
Hoy día esta realidad ha cambiado fuera de las aulas, pero aún no ha entrado con la fuerza que debería dentro de ellas. Así, pareciera que aún se sigue formando a individuos que más parece que se vayan a dedicar a traducir textos de Inglés Antiguo que a buscar un empleo, cultivar la amistad, o tener acceso a información general o a la cultura en el idioma anglosajón. Por eso, el enfoque comunicativo se hace imprescindible. Este enfoque no pretende del alumno un conocimiento profundo y gramatical o sintáticamente preciso del idioma que se estudia, sino que sea capaz de sacarle el máximo partido en situaciones cotidianas; que sea capaz de entender y hacerse entender.
Partimos entonces de la situación cotidiana, en la que en el 90 % de las ocasiones el lenguaje se usa de forma oral.
Este es el principal problema con que nos encontramos en las aulas lxs profesorxs que defendemos el enfoque comunicativo: ¿cómo podemos hacer interactuar oralmente a una clase de 25 alumnxs y suministrarles las correcciones y ayudas pertinentes? Máxime cuando ese “feedback” tiene por objetivo aspectos fonético-fonológicos que difícilmente se pueden estudiar o memorizar en casa, como tarea. Respondo: es imposible.
Esta imposibilidad real, objetiva, conduce a dos salidas alternativas: en la primera, el profesor opta por aplicar métodos de enseñanza-aprendizaje tradicionales, en los que lxs alumnxs copian listas de verbos y palabras con los que luego construyen frases como si de un puzle se tratara, y luego realizan tareas de casa de marcado carácter memorístico. La otra salida pasa por “dejar hacer” a los alumnxs, bien en parejas, bien en grupos, buscando que al menos tengan la oportunidad de practicar un poco de “inglés de clase”, en clase. Las dos alternativas presentan pros y contras y por eso las uso en mi rutina diaria.
Sin embargo, el enfoque comunicativo no puede ser usado siempre en un aula normal de 20-25 alumnxs, mientras que el tradicional sí. ¿Imagina ud ahora por qué es tan difícil de modificar la dinámica tradicional de enseñanza-aprendizaje de lenguas extranjeras en España? ¿Adivina ud por qué el nivel de aprendizaje real (=comunicativo) del inglés es tan bajo hoy por hoy, y comparable al de hace 20 años?
El PP se empeña en generar expectativas de aprendizaje del inglés ampliando su impartición a niveles más bajos (damos inglés a alumnxs de 3 años de edad), pero no se han planteado reducir la ratio en esta asignatura, o al menos desdoblar las aulas a la hora de del inglés (o francés). Así es prácticamente imposible rentabilizar las horas que los profesores de idiomas dedicamos a nuestra asignatura. Es, de verdad, descorazonador. Pero ellos cubren el expediente (aunque cada vez se ve que menos)
Estoy casi seguro de que esta realidad afecta por igual a los centros públicos y a los privado-concertados, excepto a los privados en que todas las asignaturas se imparten en la lengua extranjera (inmersión lingüística). No soy partidario de esta opción. Como educador considero, por ejemplo, más importante la formación musical, y no por ello defiendo la “inmersión musical” (=impartir todas las asignaturas cantando o musicándolas), si es que esta existe, frente a la “lingüística”.
Pero, por ello, no es de extrañar que muchas familias apuesten por llevar a sus hijxs a clases de refuerzo de Inglés (me gustaría pensar que esas academias refuerzan los aspectos orales del idioma, aunque sé que no siempre es así; con lo que el desaguisado crece)
En lugar de este necesario desdoble o reducción de ratio, la alternativa del PP apuesta por lo que han denominado “Proyecto bilingüe”. “Ambicioso” proyecto que lo único que hace es incrementar las horas de docencia en inglés (en resumen unas 4 o 5 horas más a la semana). No está mal aumentar las horas de inglés, pero estaría mejor que el aumento supusiera un avance en la calidad de las horas impartidas. Entre otras cosas porque estos Proyectos bilingües tampoco salen gratis.
Cuando se habla del despilfarro que las administraciones públicas realizan con el dinero de todos, me gustaría que se tuviera en cuenta también el error en el planteamiento de estrategias educativas, o de cómo un planteamiento erróneo del aprendizaje (de lenguas extranjeras en este caso) da al traste año tras año con los deseos reales de la población española de mejorar el nivel de adquisición de un segundo o tercer idioma de sus hijos e hijas.
Que alguien se lo diga a Sotoca, a Valcárcel o a Wert, please.