El viaje por las Galápagos llega a su Ecuador, al menos para estos tres que ya roncan detrás mía y que llegaron una semana antes. Llevamos tres días en Isabela, la más grande (con diferencia de todas las islas) y la más recientemente habitada (solo 2500 personas).

Isabela es muy bonita, la primera impresión es fabulosa. Entrar al embarcadero (no hay puerto), entre rocas de lava negra, aguas turquesa sobre fondos de arena blanca y bosques de manglares en la orilla, pelícanos y fragatas encima del taxi acuático y siguiéndote en el agua los pingüinos y las focas. Vamos, ni en las películas de piratas en los mares del sur. Luego sufres un pequeño fiasco.

     
  Puerto Villamil, Isabela, Galápagos  
  Puerto Villamil, Isabela, Galápagos  

El “problema” es que casi cualquier cosa que pase por/hacia el parque es vía tour turistico, es decir: apuntándose (pagando of course) a un grupo, dirigido por un guía autorizado que dirige en todo el momento al grupo por un itinerario perfectamente medido, cronometrado y calibrado. Las paradas son siempre las mismas, el mismo discurso, el mismo ritmo.
Personalmente (y creo que hablo por todos) odio los tours terrestres (los marinos de buceo aportan básicamente y a diferencia de los terrestres un medio de transporte difícilmente reemplazable por medios alternativos y unos conocimientos del “terreno” nada evidente ya que se encuentra oculto). Los tour me parecen mecánicos, aburridos, masivos, artificiales y antipáticos. Entiendo que como los tours,como los del museo o catedral tienen su público, un público que sale al monte de uvas a peras y que le gusta que le lleven a ver las postales cogidas al con imanes al frigorífico, que le expliquen in-situ esas cosas raras que salen por la tele, que le señalen lo más relevante que tienen que fotografiar y cuyo interés por ese endemismo empieza y termina con el discurso del guía. Tendrán su público, pero en ese grupo no me veréis.

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