Entre las muchas cosas interesantes que se pueden leer y escuchar de Josep Maria Fericgla, siempre recuerdo una que utilizo cada vez que se me presenta la ocasión. Decía él que si mañana, por noimportacuáles razones se prohibiera el consumo de café en Europa, nuestro sistema económico quebraría. El café es un estimulante, una droga, socialmente aceptado que nadie cuestiona. ¿Somos siquiera capaces de imaginar una existencia sin café?
En el mismo sentido que la reflexión anterior, me pregunto qué sucedería si se prohibiera la confesión de los pecados y su consiguiente absolución. ¿Somos siquiera capaces de imaginarlo?
Lo digo porque hoy es domingo, y muchos católicos irán a escuchar misa y luego, o antes o durante (que de estos rituales no tengo mucha idea), le dirán a su confesor -Fulanito de Tal-, lo pecadores que han sido, y Fulanito dirá las palabras mágicas “ego te absolvo in nomine pater et fili et spiritu sancto, amén”. Y listos, limpios y dispuestos una semana más para el pecado. Como quien se toma un café con leche antes de irse a currar. Mira qué bien.
Y es que hablamos de que la sociedad es machista y se nos olvida que también es paternalista. Y así vamos, buscando “padres” que nos escuchen, y nos digan “sí hijo mío, sí”. Y si luego de escucharnos nos dan “un café” en forma de absolución… al domingo que viene volvemos, en busca de nuestra dosis.