Me ha llegado esta semana el último número de Investigación y Ciencia. Ahora no estoy suscrito pero lo estuve hace tiempo y con la excusa de que la revista cumple 30 años me envian un regalo-anzuelo (estoy pensando en picar de nuevo).

En sus páginas finales la revista lleva una sección llamada Juegos matemáticos. Una sección en la que se presentan paradojas matemáticas, experimentos ó juegos, como este último y que no conocía, se llama El juego del ultimatum, muy al estilo del Dilema del prisionero que siempre me ha fascinado.

El artículo empieza asi:

¿Se puede cuantificar el egoismo? En 1982, los economistas Guth, Werner, Schmittberger y Schwarze diseñaron un experimento muy sencillo (aunque no barato) que ha posibilitado el estudio cuantitativo de la cooperación y el altruismo en la conducta humana. El experimento se conoce como “juego del ultimatum” y en el participan dos jugadores, aunque cada uno desempeña un papel diferente. Uno se denomina “proponente” y el otro “contestador”. El experimentador les ofrece una cantidad de dinero, pongamos 100 euros. El proponente impone el reparto que se le antoje, por ejemplo 80 euros para él y 20 para el otro jugador. Pero es este último, el contestador, quien decide aceptar o rechazar la propuesta de reparto. Si la acepta, cada uno se lleva la cantidad propuesta por el proponente. Pero si el contestador rechaza la oferta… entonces ambos se vuelven a casa con las manos vacias

¿Cual sería la estrategia de cada jugador si ambos actuaran racionalmente y con el único objetivo de maximizar su ganancia? En prinicipio se podría pensar que una propuesta de reparto muy desigual, como la comentada ofenderá al contestador y será airadamente rechazada. De hecho, así ocurre en los experimentos realizados. Sinembargo, si el contestador tuviera una conducta racional y tratara únicamente de maximizar su ganancia, debería aceptar cualquier oferta, puesto que, rechazandola, estaría perdiendo dinero. A su vez, el proponente, previendo esta conducta racional, debería ofrecer el reparto más desigual posible. Si, por ejemplo, la mínima unidad monetaria de la que dispone para hacer el reparto es un euro, la estrategia racional para el proponente sería la oferta 99/1. El contestador racional, libre de cualquier condicionante emocial, debería contentarse con el euro que se el ofrece, que es en cualquier caso menos que nada.

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